Confesión

Nadie está a salvo de criticar la existencia. Nadie, de entre todo el espectro de intelectos, está libre de caer en una crisis sobre quién es y cuál es su misión en este mundo. Lev Tolstói tampoco.

Quien  fue autor de Guerra y Paz y Ana Karérina, y uno de los más eminentes literatos de la historia universal, sintió en su madurez la congoja de la vida. Congoja que manifestó en su obra Confesión, junto a un análisis de la evolución de su pensamiento y visión de la vida.

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[…] si se repetían siempre las mismas preguntas era porque había necesidad de contestarlas. […] Antes de ocuparme de mi hacienda en Samara, de la educación de mi hijo, de escribir libros, debía saber por qué lo hacía. Mientras no supiera la razón, no podía hacer nada. […] «Muy bien, serás más famoso que Gógol, Pushkin, Shakespeare, Molière, y todos los escritores del mundo, ¿y después qué?».

Y no podía responder a nada.

Lo más sorprendente es que él, más que un romántico muerto de hambre, había ascendido a la cumbre de la supuesta realización personal. En resumidas cuentas, era una persona que de cara a la galería quedaría como un necio y un diota, como un avaro, si admitiese que no tiene suficiente.

Y esto aconteción en un momento en que estaba rodeado de lo que se considera felicidad completa; eso fue cuando aún no cumplía cincuenta años. Tenía una buena esposa, amante y amada, buenos hijos, una gran haciendo que, sin esfuerzo por mi parte, aumentaba y prosperaba. Era respetado más que nunca por mis amigos y conocidos, los estraños me colmaban de elogios, y podía considerar, sin temor a exagerar, que había alcanzado la celebridad. Además, no estaba enfermo ni física ni mentalmente; al contrario, gozaba de un vigor mental y físico que rara vez he encontrado en las personas de mi edad. Físicamente, podía segar al mismo tiempo que los campesinos. Intelectualmente, podía trabajar ocho o diez horas seguidas sin resentirme por el esfuerzo.

Tolstói no era religioso, y haciendo uso de la razón llegó a un extremo nada satisfactorio para su… supervivencia.

La vida me aborrecía, y una fuerza irresistible me arrastraba a despojarme de ella. […] «Mi vida es una broma estúpida y cruel que alguien me ha gastado». […] Mis acciones, sean las que sean, tarde o temprano caerán en el olvido, y yo ya no existiré. […] ¿Cómo puede una persona vivir y no darse cuenta? […] Cuando uno se quita la borrachera es imposible no ver que todo es un engaño, ¡un engaño estúpido! Lo ciento es que no hay en ello nada gracioso ni ingenioso; sólo es cruel y estúpido.

Pero el libro no es una crónica de su pesimismo. Ahí está la magia. El libro es la historia de cómo el redescubre el valor de la vida. Una de las primeras acciones que toma es sacar su cosmovisión de su entorno erudito y preponente, y buscar en aquellos que para él eran realmente felices: el pueblo llano.

Ahora veo que si no me maté fue debido a una conciencia vaga de que mis ideas eran equivocadas. […] la humanidad entera ha vivido y vive como si comprendiera el sentido de la vida […] Resultaba que toda la humanidad tenía un conocimiento del sentido de la vida que yo había pasado por alto y menospreciaba.

Más tarde, el autor abraza la fe, no sin hacer una crítica de las verdades y mentiras que la religión confunde. Su espiritualismo busca el génesis humano más allá de las costumbres. Es un camino arduo de razonamientos en los que encuentra el propio uso de la lógica impropio para el tratamiento de la angustia vital. Él quiere encontrar el sentimiento genuino del que gozan los dichosos.

Durante la celebración de esas fiestas, sentía que se le daba una gran importancia a lo que yo consideraba menos significativo, así que o bien inventaba explicaciones tranquilizadores, o bien cerraba los ojos para no ver lo que me escandalizaba. […] yo, infeliz de mí, veía claramente que la verdad estaba entretejida con hilos sutiles de mentira, y no podía aceptarla de esa forma.

Y hasta aquí puedo leer; el resto, son deberes que os dejo. Mi edición es Tolstói, L., Confesión, Acantilado, Barcelona, 2008, 152p., con la genial traducción de Marta Rebón. Un libro que, sin lugar a dudas, es una de esas piezas clave que te levanta la moral y te recuerda lo importante de vivir para los demás y apreciar los pequeños detalles. Y por mucho que os lo cite, me es imposible reproducir su perfección. ¡Sapere aude!

Comentarios

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tessie dice:

La gente tiende a estar pendiente de ver qué más puede hacer la vida por ellos sin pensar que el sentido se halla muchas veces en saber qué puedes hacer tú por la vida. Me lo he copiado de ‘el sentido de la vida’ de Victor Frankl, lo has leído?? Es ameno pero también es muy bueno. Me tomaré ‘confesión’ como deberes, pero si no has leído el de Frankl te lo tienes que leer tb…!

DELTA dice:

Tomo nota tanto de `El sentido de la vida´ como de `Confesión´.

Los dos tienen buena pinta y a demas llevo tiempo queriendo leer a Tolstói. (desde que vi hacia rutas salvajes, ¿te acuerdas Primico?) XD

Un abrazo mu fuertee!!

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