El ethos de mi Ajedrez Corporal

Según la RAE,

ethos
Del gr. ἦθος êthos ‘costumbre’, ‘carácter’.

  1. m. Conjunto de rasgos y modos de comportamiento que conforman el carácter o la identidad de una persona o una comunidad.

Cuando imagino una pelea imagino dos cuerpos iguales: igual de fuertes, igual de veloces, igual de flexibles; en resumen, igual de capaces. Supongo que sólo se diferencian por su inteligencia, el factor que determinará quien vence si entablan combate. Claro que esto es un ideal.

Por supuesto que en un combate nunca hay dos cuerpos iguales pero, si lo que pretendo es construir un marco de análisis, no tiene sentido empezar descompensando las variables; me perdería entre detalles y excepciones. Todas las diferencias afectarán, de hecho, al resultado final. Pero de igual forma que para saltarse las normas de la escritura en Pedro Páramo Juan Rulfo tuvo que dominar el español, o para llegar al cubismo Picasso necesitó dominar la figuración, yo tengo la obligación de respetar unos cimientos objetivos para que cada cual, en su diferencia, pueda explorar las ventajas subjetivas que lo distingan.

Un contraejemplo sirve para ilustrar lo contrario a lo que digo: cuando alguien explica, con lentitud, una técnica a un novato, el novato puede asumir que en el tiempo en que recibe un golpe él puede parar, contraatacar y luxar. Esto es así porque este novato no ha asumido una paridad entre los cuerpos, sino que ha dado por sentado que él va a tener mejores reflejos, velocidad, fuerza y técnica que su contrario. Por eso, a la hora de estudiar el arte marcial, conviene suponer que la acción en una parte es equivalente a la acción de la parte contraria: a un golpe responde un bloqueo, a un bloqueo responde otro golpe, a un desplazamiento le responde otro, etc. Es un planteamiento ideal, pero es la forma de aprender.

De esta forma asumo que una pelea puede entenderse como un juego de ajedrez: un escenario secuenciado y cuantizado. Secuenciado porque todo ocurre en respuesta a otra acción y cuantizado porque ambas partes se pelean por la exclusividad de los espacios disponibles (dos brazos, por ejemplo, no pueden compartir el mismo espacio; la presencia de uno anula la posibilidad de la presencia del otro, salvo que lo desplace.)

Aunque el ajedrez respete la paridad entre las partes, ni siquiera así es del todo igual. Cada movimiento de una parte limita el espacio de acción de la otra, eliminando posibilidades. Conforme se sucede la partida, uno de los bandos amplía su campo de dominio hasta someter al otro. Esto es lo que entiendo por ajedrez corporal: estudiar la confrontación como una lid que pierde su simetría, en la que las respuestas de cada parte tratan de dominar el ámbito de acción de su contraria. El ganador será quien consiga comprometer a su opuesto de forma tal que sólo le quede obedecer.

Música, por favor

Otra forma de verlo, y se ve bien en boxeo, es entender una pelea como si fuese una partitura. Ambas partes respetan un ritmo de acción y reacción. Pero esto, como digo, es un ideal, y aun entendiéndolo así hay lugar para concebir el papel que juegan las diferencias: la diferencia entre los cuerpos da lugar a contratiempos.

Supongamos que un atacante A lanza un jab a cada tiempo, mientras que un defensor B palmea el puño que le viene a cada tiempo. Estas son las condiciones ideales que mantienen el combate equilibrado; es una partida aburrida. Sin embargo, el atacante A es más veloz que el defensor B, y aprovecha un medio tiempo para lanzar un cross. Su adversario se ha acostumbrado a defender en cada tiempo y no ha previsto ataques en los medios tiempos, por lo que no es capaz de reaccionar y recibe el impacto.

Tomemos como ejemplo cada puñetazo como un tiempo, cuatro puñetazos por compás. En este caso, podemos entender que mientras el defensor B ha fraccionado el tiempo en 4, por lo que estaba dispuesto a defenderse 4 veces, ha interpretado el ataque sorpresivo como un medio tiempo ante el que no ha sabido responder; el atacante A ha fraccionado el mismo espacio de tiempo en 8, por lo que ha visto 4 oportunidades intermedias que su adversario no advertía.

Así, las diferencias en cuanto a fuerza, velocidad, técnica, etc. se pueden entender como concreciones/subdivisiones, en lugar de como excepciones. Una vez establecidos principios equitativos entre las partes, el artista marcial puede trabajar en mejorar sus subdivisiones. Podemos imaginar esas excepciones como una partida de ajedrez en la que un jugador juega con pesadas fichas en una cuadrícula de 8×8, mientras el otro tiene piezas que ocupan un cuarto de la superficie, juegan en un tablero de 16×16 y mueven el doble. No abandonamos el escenario secuenciado y cuantizado pese a que las piezas utilizadas sean distintas. Un buen ejemplo de este desarrollo son las «piezas» del Wing Chun, pues plantean un ataque simultáneo a cada defensa; ¡mueven el doble en el mismo tiempo!

El espacio de acción

Dicho esto, considero que cada artista marcial ha de estudiar su potencial y en qué escenarios pretende desenvolverse, y coleccionar «piezas» que le permitan responder de la forma más efectiva posible. En un principio, es conveniente asumir una paridad entre las partes para entender los conceptos en términos de acción-reacción; de forma subsiguiente, conviene tratar de ser más eficiente (subdividir los tiempos) cuando se hayan aprendido los conceptos tras cada técnica.

Aquí existen tantas matizaciones como doctrinas de artes marciales y sus filosofías. Esta es la aventura, esto es lo ameno y entrañable de estudiar artes marciales: que nunca va a haber una respuesta única, monolítica, al Todo; que los qués y porqués jamás serán iguales para todo el mundo; que o bien exploramos sin mesura o caemos en el dogmatismo.

Con lo dicho, no siento que haya que dividir las técnicas y su ejecución entre «buenas» y «malas,» pues esto son términos morales. Pienso que es más útil preguntarse a qué fin sirven y, a partir de este criterio, si son funcionales o no (¿funciona o no funciona para la consecución del fin?)

En resumidas cuentas

Quizá esto sea una reinterpretacion simplista de las ideas del Jeet Kune Do de Lee Jun-fan, las cuales descubrí años después de haber practicado con un maestro que, sin explicármelas, parece ser que me las inculcó para que una década después, explorando yo sobre mis conclusiones, descubriese que mi pretensión ya había sido concebida por mentes más preclaras. Quizá sea tan sencillo como encontrar lo que te sea más útil y combinarlo. Seguramente todo lo aquí expuesto es una complicación sobre ese principio tan simple.

  • 1. Deduce qué escenarios necesitas abordar
    • Algunas preguntas: ¿para qué necesito las artes marciales? ¿Es una pelea cuerpo a cuerpo o a distancia, física o mental? ¿En qué contexto sucede? ¿Cuál es la capacidad física de sus protagonistas? ¿Hay impacto o se fluye? ¿Cuándo se da por concluida la contienda? ¿Se proyecta o se inmoviliza? ¿Qué miembros se usan? ¿Se utilizan armas o manos vacías? ¿Cómo se optimiza la energía? ¿Qué referencias se utilizan como fundamento?
  • 2. Estudia las relaciones funcionales de las técnicas para esos escenarion
    • Algunas preguntas: ¿qué disciplinas me proveen de herramientas útiles para mis escenarios? ¿Qué posibilidades adquiero gracias a estas herramientas? ¿Qué carencias tengo? ¿Puedo mantener la exigencia física a largo plazo? ¿De qué partes puedo prescindir para centrarme en lo más práctico?
  • 3. Optimiza la aplicación de las técnicas.
    • Algunas preguntas: ¿qué variables debo mejorar porque me hacen vulnerable? ¿Está limitándome un prejuicio? ¿Hay alguien que pueda ofrecerme un comentario crítico sobre lo que estudio?