Cuando alguien se pregunta por la legitimidad de la defensa de la privacidad, hay dos opiniones que tienden a prevalecer:
- La privacidad es un concepto cambiante, por lo que la tecnología únicamente cambia la relación de información que compartimos con el resto.
- La privacidad es un derecho, y por lo tanto ha de ser garantizado mientras se garantiza nuestro derecho a compartir lo que queramos en Internet.
No seré yo el primero que diga que ni una ni otra reflejan, al unísono, el estado real y ético de las cosas. La primera es una reducción al absurdo de cuestiones que tienen más que ver con partidos totalitarios cazando disidentes que se apuntaron a unas tertulias una década atrás que con nosotros compartiendo fotos borrachos en Facebook; la segunda ignora el principio fundamental de autoridad personal, y da por sentado que otros han de garantizar que nuestras meteduras de pata no serán mal usadas.
No escribo para proponer una solución unívoca y canónica a esta tensión entre privacidad y conectividad en la era digital, sino un paradigma para entender mejor cómo legislar y defender la privacidad, desde la legislación y desde nosotros mismos.
No —tercer no— quiero concebir la privacidad como un estado binario, en el que las cosas son o no privadas. Resulta mucho más práctico entender la privacidad como un conjunto de esferas concéntricas, que van desde lo más íntimo de la integridad de la persona hasta el dominio público de la información. De este modo podemos pensar y elegir hasta donde queremos que cierta información llegue, y prever las barreras que habrá que disponer si queremos mantener algo en secreto o con discreción. Así las cosas, estos son los niveles que yo consideraría a la hora de hacer pública información sobre mi persona. Ojalá lo hubiésemos pensado antes, ¿verdad?
Ámbito íntimo
Incluye aquello que afecta a la integridad intelectual y particular de la persona. Toda la información que parta de este origen no puede ser sustraída sin la autorización o la tortura del sujeto. Cuando hablamos de libertad sexual, religiosa y política, estamos aquí. Es la persona quien decide si liberalizar o no sus opiniones personales. Con todo, la intimidad conforma la identidad subjetiva y consciente sin abandonar el cráneo del pensante.
Ámbito privado
Incluye aquella información que se comparte con una persona afín con quien se mantiene una filiación de profunda amistad o amor. Resguarda secretos personales, opiniones sobre terceros, libros leídos y cualquier cosas que «quede en casa». La información es vulnerable en tanto que se hace posible a otros, pero está defendida en tanto que la fidelidad de otros para con el sujeto es superior a su fidelidad para con terceros.
Ámbito discreto
Incluye el círculo de amistades y un contrato social que supera la relación uno-a-uno. Las normas de confidencialidad son establecidas por cada círculo respecto de sí mismo, y se incluyen anécdotas, clichés individuales, prejuicios e idiologías compartidas. Ciertas conductas son protegidas por el grupo, pero la volatilidad del ente social hace que cualquier información publicada en esta esfera sea susceptible de viralización; en otras palabras, el causante de la información podría perder el control de la misma —una foto comprometida en una boda podría, sin mucha dificultad, circular entre teléfonos que exceden el ámbito discreto de la persona—. Una hipotética frontera de permeabilidad afianza la información y la limita al grupo de personas, pero jamás se puede estar seguro de que no habrá filtraciones masivas.
Circulo social inmediato
Incluye aquellos familiares, conocidos y compañeros de trabajo con los que no hay una filiación necesariamente personal. El círculo social inmediato suele conocer detalles sobre nuestra vida afectiva y laboral, pero desconoce los entresijos y malestares de nuestra vida. Además, llegados a este punto no se puede asegurar que los individuos que lo conforman sean o intenten ser más fieles a nosotros que al resto. Las posibles filtraciones se convierten aquí en rumores y chismes, que más tarde pueden revertir en prejuicios velados hacia el emisor de la información.
Círculo social aledaño
Incluye a terceros que el sujeto no conoce y que tienen contacto directo con sus conocidos. Este es el punto de no retorno en un proceso de viralización, en el que la noticiabilidad de la información se impondrá sobre la ética de su viralización.
Dominio Público
Todo el mundo puede saber y consumir la información que se deposita sobre esta última esfera. Toda la información que revierta aquí, y que incluye gran parte de la que se sube a Internet, puede ser buscada e indexada por terceros sin informarnos ni retribuirnos por ello. Pese a ello, podemos convertirnos en víctimas del dominio público cuando éste descubre algo que nos descalifica para un puesto de trabajo o mantiene pruebas de una conducta socialmente reprobable.