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Categoría: estudios

AvEx, UNED, vocación

Introducción

El curso 2020-2021 se ha visto afectado por la crisis de la COVID-19. Como respuesta a las restricciones de movilidad, las distintas instituciones docentes han optado por adaptar sus pruebas de evaluación a la situación presente. En el caso que nos ocupa, el de la UNED, la universidad propuso el sistema AvEx, un sistema de exámenes online de creación propia que ha suscitado dudas fundadas sobre su eficacia a la hora de medir los conocimientos del alumnado y evitar trampas. Y a esto hay que sumarle las críticas que ya arrastraba la universidad, fundadas en el exceso de lecturas y la exigua atención de los docentes. Teniendo en cuenta anteriores evaluaciones, era previsible que la convocatoria de febrero de 2021 terminaría mal; entre sospechas de copia y estudiantes frustrados.

Lo que sigue son unas notas personales sobre mi experiencia con AvEx y como estudiante recién iniciado. E insisto: notas, y personales. No represento a nadie más que a mí mismo (y a veces ni eso).

Herramientas improductivas

Nunca he dudado de que los exámenes son una herramienta válida para evaluar fundamentos disciplinares; como pueden ser el Código Civil o las categorías patológicas de la salud mental. No obstante, son patentes las dudas de los pedagogos sobre su eficacia para fijar otro tipo de conocimientos y competencias; como son la capacidad de búsqueda, análisis y síntesis o las habilidades aplicadas a problemas específicos. Con tal de no reducir al alumnado a un número en relación a lo bien que ha sabido «vomitar» un texto memorizado a la fuerza días antes, metodologías como la evaluación continua (participación en foros, análisis de casos) o la redacción de artículos/trabajos originales han venido a suplir las carencias de la llamada «educación bancaria» (como en un préstamo, tomas lo que necesitas y lo devuelves cuando te lo piden, quedándose tu «cuenta» mental otra vez a cero).

Siendo la universidad a distancia más veterana de España, era esperable que sus mecanismos docentes estuviesen a la altura de las circunstancias. Pienso en plataformas como Udemy, que a pesar de su falta de concreción sobre la evaluación de conocimientos provee una plataforma más amigable: los contenidos se dividen en temas con videotutoriales, cada cual con su material complementario anexo y un subforo para estudiantes. Por contra, la UNED provee su críptica «aLF«; una tecnología más completa a nivel de funcionalidad, pero que arrastra consigo todos los pecados de implementación y diseño funcional de software heredados del año 2000.

Sumidos en la exploración de guías docentes que nos responsabilizan de estar al tanto de lo que pasa, aLF inflama la desorientación y subraya los vicios de la calidad docente: asignaturas cuya metodología y materiales no están claros, asignaturas vacías de contenido, materiales desfasados, páginas difíciles de encontrar, interfaces barrocas, un sistema descentralizado de notificaciones que te obliga a «picotear» calificaciones y nuevos mensajes, etc. La crisis actual parecía una oportunidad para que la UNED se significase, para que demostrase que todas estas décadas trabajando a distancia han servido para consolidar una metodología a la que no le afecta la condición geográfica. Tristemente, esta no es la realidad; todo cuanto se ha hecho es seguir igual, y suplir con una herramienta deficitaria un modelo de evaluación (el de los exámenes) que arrastra los vicios de la educación pública del siglo XIX: dar por sentado que los alumnos no necesitan ser más críticos que reproductivos (o, siguiendo la «educación bancaria», «vomitivos»).

Jugar a ser hacker

Cuando se nos dio la oportunidad de probar AvEx, lo primero que hice fue pulsar F12. En casi cualquier navegador esto despliega el Inspector; una herramienta que permite escrutar los entresijos de una página/aplicación web. No soy ingeniero informático, pero mi afición me ha llevado a querer encontrar las buenas prácticas de quienes sí lo son: código estructurado, paradigma objetual, consideración de todos los casos funcionales, previsión de errores en tiempo de ejecución, persistencia de datos consistente, etc.

Lo que me encontré (no sorprenderá) dista mucho del ideal de un programa bien escrito; empezando por comentarios en el código que no deberían de pasar del entorno de pruebas (y que podrían dar pistas a un posible atacante sobre los entresijos del sistema) y un código no minificado (procesado para ser computado, no leído por humanos, con la consiguiente optimización de recursos).

Cuando una aplicación te pide que no cambies de pestaña, puedes sentir pavor si nunca has programado. Pero cualquiera que haya intentado implementar una web sabe que la razón no es evitar que copies, sino que se descubra el pastel: una parte importante de la responsabilidad de la estabilidad de la aplicación recae sobre el cliente, y lo hace de una forma que provoca las dudas de sus creadores sobre los casos en los que ésta puede fallar. Así que es mejor no jugar con la casuística y mantenerse ceteris paribus, no vaya a ser que a una extensión de Chrome le dé por refrescar la pestaña o pausar su JavaScript y la sesión del examen se corrompa por algún lado.

Sin conocer la aplicación a fondo, diría que buena parte de este miedo viene por los riesgos técnicos derivados de una infraestructura deficitaria (como se anunciaba, los exámenes se «guardan» en el servidor de tanto en tanto, pero con una frecuencia que no puede ser demasiado alta… así que no te arriesgues a que falle porque deberás escribir buena parte de nuevo). Actualmente, existen formas para saber si has cambiado de pestaña (por eso Atresplayer pausa los anuncios si no los estás viendo); pero, tras escrutar el código (sin ser profesional) diría que este no es el caso de AvEx.

Al hilo de la incapacidad técnica, se arguye que la webcam hará unas cuantas fotos del alumno. Te lo traduzco: no hay posibilidad técnica de hacer streaming con todas las webcams, de vigilar a todos los alumnos a tiempo real como si estuviesen en un examen presencial. Para no saturar el sistema, el navegador capta unas fotos y las manda por AJAX al servidor, donde se cotejan con la que te han pedido que envíes por correo. Claro está, que entonces tampoco hay posibilidad de que los docentes te vigilen en tiempo real, y mucho menos de que te interpelen pidiéndote que muevas la cámara para asegurarse de que no tienes los apuntes cerca. Es un caso de falta de medios, pues en otras instituciones el evaluador te fiscaliza antes del examen.

Quienes hacen streaming (en Twitch, por ejemplo) ya habrán aventurado el siguiente reverso tenebroso: las «webcams virtuales». Existe una miríada de programas diseñados para construir una emisión en directo; por ejemplo: salir en una esquina de la pantalla, con el chat de tus seguidores al lado, sobre (por ejemplo) el videojuego que se ve en tu pantalla y al que estás jugando. Claro que no todo el mundo los usa para ganar dinero cuando otras personas les ven jugar a videojuegos. Estos programas se pueden usar de una forma más mundana (el eWhoring está al orden del día). Como AvEx no comprueba en directo y mediante personas que la señal recibida es legítima, un operador pérfido podría transmitir un vídeo en bucle de sí mismo; luego, la plataforma tomaría dos imágenes aleatorias y el examinador pensaría que el alumno estaba ahí, cuando podría estarlo otra persona, estar desnudo, tener los libros al lado, etc.

Para terminar, cabe destacar un asunto que me resulta vergonzante: la prohibición de pulsar las combinaciones de teclas Ctrl+C, Ctrl+V, Ctrl+X (y alguna más). ¿Es esta la panacea contra los copiones? No. Esto se ha implementado mediante una simple función en JavaScript, que se puede reescribir para que deje de funcionar. Si bien pudiera parecer una buena idea para mantener controlados a quienes no tienen un perfil técnico, tampoco impide que un estudiante copie a mano desde otra ventana o desde los apuntes en la mesa y, es más: dificulta que un examinado que no hace trampas reordene los contenidos de su pregunta. Para cualquier caso, se obliga a quienes quieran revisar sus respuestas a reescribir íntegramente todo. Si damos por sentado que muchos exámenes vieron su tiempo reducido para compensar las inconveniencias de los exámenes telemáticos, caemos en la cuenta de que más que un examen el ejercicio se convirtió en una carrera contrarreloj para vomitar todo de la mejor forma posible con un limitado margen para correcciones (excruciantes).

Predicar con el ejemplo

Al tiempo que la plataforma AvEx suscitaba dudas también lo hacían algunos de sus docentes. Con todo, la intuición me hace dudar de que esto se explique por la pandemia. No es menos cierto que en la UNED hay grandes docentes (entre los que se encontró la persona por la que me motivé a matricularme: Antonio Escohotado; y no me quedo corto si digo que buena parte de los profesores son ejemplares), pero la ausencia de algunos es tan patente que linda con lo insultante. Esto, sumado a la situación singular y a la implementación de una herramienta como AvEx a modo de parche, ha cristalizado en una creciente frustración por parte del alumnado. ¿Acaso hemos pagado la matrícula para recibir cuatro meses de silencio, que suplimos con libros editados por los mismos docentes, que se arrogan el juzgar su ausente pedagogía mediante un formulario online (porque AvEx no es otra cosa que formularios online) que se despacha en dos horas? Hay profesores que ni han saludado al principio de curso, organizado una videoconferencia, enviado un correo, escrito un mensaje en foros…

Y a todo esto: ¿qué justifica semejantes desplantes, tamaña arrogancia? Más allá de AvEx, hay algo más, un ethos que no se comparte y que despierta mis sospechas. No puedo acusar, porque no tengo pruebas. Lo que puedo es invitar a quien me lea a investigar por su cuenta. Si un docente cobra una cantidad por una tutoría que no imparte (porque aunque figure no se hace presente), cobrará tantas cantidades como tantas tutorías que no imparta. En mi fantasía, eso es un «sueldo Nescafé» a final de mes. Claro que los alumnos de las distintas asignaturas rara vez se comunican, por lo que «el pastel» difícilmente se descubre. Pero no debe costar mucho averiguar a quiénes se concede (si es que no se conceden a sí mismos) la tutorización de asignaturas vacías de docente; como una corruptela institucionalizada, subclínica, que permite a determinadas figuras de poder agenciarse una cartera de asignaturas por las que percibe parné, haga o no haga, y de paso coloca algunos de sus libros. Cada palo que aguante su vela.

Conclusión

La UNED es una de las universidades más prestigiosas de España, y debería velar por mantener ese prestigio mediante la mejora de las condiciones de docencia; no mediante la culpabilización del alumnado por intentar sortear las dificultades injustificadas y mezquinas impresas en su sistema (sean éstas a causa de las herramientas, los docentes o el oscurantismo de los contenidos). La universidad no debería ser un entorno arrogante, distanciado de las personas que educa, sino una Academia (en sentido Clásico) donde la vocación venciese a la ambición.

Esta convocatoria de febrero de 2021 nos ha servido a todos (docentes y alumnado) para atestiguar que la solución propuesta (AvEx) era (permítanme el eufemismo) sub-óptima. Contra esta tendencia, se han impuesto las metodologías basadas en ensayos críticos, trabajos de campo, participación en foros y evaluación continua; y parece ser que éste es el camino de la educación a distancia, no trasladar los atavismos de la educación presencial a internet. Al tiempo, la red se ha llenado de alternativas docentes con mejores implementaciones técnicas, de las que la UNED puede aprender (y abandonar de una vez por todas aLF).

Si la UNED no reflexiona sobre estas cuestiones, cuanto nos queda es pegarnos a la literalidad, asumir que es como es e interpretar sus códigos como si fuésemos autómatas: obedecer los mandatos, hincar la rodilla ante las exigencias y recoger el título al final del calvario, sin más vocación que pagar la titulitis. Ante esta tesitura, una segunda vía, la del también literal Diógenes, se me antoja más divertida: habiendo dicho Platón que el ser humano era un ave sin plumas, este desplumó una gallina y la arrojó frente a Platón en la Academia, al grito de «¡Mira, Platón, un hombre!».

¡Mira UNED, un egresado!

PD: habiendo trabajado como diseñador de software, me ofrezco a asesorar a la UNED en la mejora de su infraestructura online sin remuneración alguna.