A veces llueve mierda; a veces, literalmente. Es la soez cita que me repito en los momentos difíciles, y ésta es una buena ocasión para recordarla… Después de lo que voy a decir algún Apple-Luver comprará un MacFusil con iShot 3.0 y me volará mi C:/Cráneo.exe. Eso sí: con estilo.
Y es que, por mucho que pueda parecérnoslo, Apple no significa estar fuera de la mainstream; Apple no significa ser libre ni revolucionario; Apple resulta ser mucho más privativo que los demonizados productos de Microsoft.
En primer lugar, el halo de maravillosidad con la que se reviste toda la marca es un fraude. iTunes, por ejemplo, no es un reproductor de revelados contra «El Sitema»; iTunes es sadomasoquimo en estado puro: ¿qué clase de GUI es ésa? Le gana hasta el Windows Media. Yo prefiero el VLC. Tampoco se quedan cortas las quejas contra MacOS X en general:
Una vez leí por ahí que el comportamiento del botón verde con el signo + situado en la parte superior izquierda de cada ventana es la prueba de que los Mac son los primeros ordenadores cuánticos comercializados al gran público. Aunque tanto el signo como el nombre bajo en que Apple lo denomina (botón de ampliación) nos invitan a pensar que sirve para maximizar la ventana tal y como lo hace un usuario de Windows, lo cierto es que no es así. El botón de ampliación es el huevo de pascua de Mac OS X cuyo funcionamiento siempre resulta difícil de predecir.
Con esto quiero decir que la maravilla viene de los hechos, no de «los dichos». De nada me sirve que Steve Jobs aparezca como un mesías sobre al escenario, con discursos prefabricados y mirando al infinito, si a la hora de trabajar me cuesta más de diez minutos aumentar la sensibilidad ínfima del ratón sobre un monitor de veintiuna pulgadas. No quiero un sistema bonito, quiero un sistema que funcione.