Capitán Mandanga

Sé tú mismo, pero conviértete en tu mejor yo. No prestes interés, pero acaba interesándote. Demuestra valor no demostrando nada. Y recuerda que todas estas contradicciones son tan contingentes como necesarias. En el mundo de la Seducción el ambiguo es el rey; porque si las cosas fallan siempre se puede inventar otra palabra, otro modelo u otra excusa para encubrir la verdad de todo: que hasta ahora ha habido más mercadotecnia que ciencia.

Os hablo con conocimiento de causa. He pasado por The Pick Up Artist y su simplicidad romántica, por The Game aplicando lo dicho, por el Sex Code que no pude terminar, por el Sex Crack que agradecí y por el Apocalipsex que ni empecé… por The Lie Guide. Amén de aquello que prefiero no recordar.

Pero el último cartucho del top-España seguía allí. Compré Seductor como último recurso. Hasta ahora todos los libros entendían la seducción como algo aritmético, predecible, matemático. Muchos de ellos abogaban por mover a las mujeres fuera de su «modo lógico», y eran precisamente ellos mismos los que se pasaban la vida en «modo lógico». Seductor sería un ejercicio de inteligencia emocional o no sería. Eran ya demasiados los sistemas que, pese a su elegancia, estaban plagados de palabras guays y nada científicas, huecos que se concretaban en cursos muy caros y una complejidad inoperante. Amén otra vez, de el machismo petulante y sus cuestionables técnicas. Así que o Egoland me sacaba de allí o Egoland se hundía en el hoyo con el resto.

No puedo decir que un artista tenga que ser escritor, y debo decir que pese al prejuicio que tuve sobre su redacción el libro va mejorando poco a poco. Ojalá lo revisen, corrijan y amplíen en futuras ediciones. Si no por la forma, que sea por el fondo.

En Egoland Seducción proponen una vía «más directa y natural». El texto ofrece un acercamiento desde las sensaciones, que crea un diálogo caracterizado por observar lo valioso y comunicarlo, tanto en ella, como en ti, como en la interacción. El sentido del humor es una columna del sistema, y la frase «sedúcete para seducir» no es baladí sino el ingrediente de un carisma que tiene que encender conciencias. Se agradecen tantas colaboraciones; si se dice que se juega en equipo se tenía que hacer notar. Con todo, me quedo con las aventuras del Capitán Mandanga, en una refriega entre bragas y Rock&Roll por la costa del Levante peninsular; con eso sí que me he quedado, no por su estructura sino por cómo destilan la actitud y el descaro propios de un seductor inteligente.

Ojalá, y digo ojalá, se le diese una vuelta de tuerca más. El libro cumple su cometido, pero se echan de menos más palancas conversacionales como las que se regalan al final, un anexo con dinámicas sociales para entrenar las competencias explicadas, algún que otro comentario sobre cómo no ponerse la zancadilla entre mandangueros, y cómo superar la ansiedad a la aproximación y el rechazo —merecen sendos capítulos—. Ideas hay muchas.

Ahora lo que tengo que hacer es comprarme otro libro; la tentación de forrarme una carpeta con sus fotos me superó.

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